martes, 10 de mayo de 2016

Caminar






                     
Sólo quería hacer una canción para pasar el rato.
A principio de los 80, de entre todos los temas que compuse apareció éste. No era de los mejores, pero se dejaba tocar.
Con el paso del tiempo, se acomodó en ese lugar donde habitan las canciones de clase media; las menos brillantes y de escaso protagonismo, pero en ocasiones, las más recurrentes.
Suelo tocarla al comienzo de un ¨recital¨  (bonita palabra ya en desuso), como aperitivo para decir buenas noches de manera tranquila.
Es también un apunte, un esbozo; una breve declaración de intenciones.
A veces en mitad de un concierto cuando nos apetece   blusear, flirteamos con toda la  complicidad que nos dan 35 años de convivencia. Por otro lado, al respetable, le suele gustar este  coqueteo entre canción y cantante.
No todas lo consiguen, sólo las que vienen de buena cepa; de un buen año de siembra y cosecha.
Es placentero dejarse llevar por la inercia del balanceo de una canción que, después de tantos conciertos, noches y escenarios, descubres que la hiciste tú. La descubres y la aprecias en lo que vale, cuando te sorprendes a ti mismo jugando con sus acordes en la intimidad de tu casa; improvisando sin tiempo ni medida, y sin dejar de ser aquella canción sin pretensiones que una vez escribiste para pasar el rato

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